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El lugar de la moralidad en el Islam y su relación con el culto

Moralidad y ética en el Islam

الآداب والأخلاق في الإسلام

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2013 - 1434

El Islam es un modo de vida integral, y la moralidad es una de sus piedras angulares. La moralidad es una de las fuentes de la fuerza de una nación, así como la inmoralidad es también una de las causas fundamentales de su decadencia. El Islam ha establecido algunos derechos fundamentales y universales para la humanidad como un todo, que deben ser observados en todas las circunstancias. Para preservar estos derechos, el Islam no sólo nos ha proveído resguardos legales, sino también un efectivo sistema moral. Así, lo que sea que conduzca al bienestar de los individuos de una sociedad y no se oponga a los fundamentos de la religión es moralmente bueno en el Islam, y lo que fuera que la perjudique es moralmente malo.

Dada su importancia en una sociedad saludable, el Islam apoya la moralidad en cada asunto que conduzca a su desarrollo, y cierra los caminos a la corrupción y a todo aquello que conduzca a ella. Los principios básicos para el comportamiento del musulmán son los “actos virtuosos”. Este término cubre toda clase de actos, no solamente actos de culto. El Guardián y Juez de todas las obras es Dios mismo.

Las características fundamentales que el musulmán debe cultivar son la piedad y la humildad. El musulmán debe ser humilde ante Dios y hacia su prójimo:

“No vuelvas tu rostro a la gente [con desprecio] y no andes por la Tierra con arrogancia. Ciertamente Allah no ama a quien es presumido y engreído. Sé modesto en tu andar y no levantes tu voz, que ciertamente la voz más desagradable es la del asno”. (Corán 31:18-19)

 Los musulmanes deben controlar sus pasiones y deseos

El musulmán no debe ser vano ni aferrarse a los placeres efímeros de este mundo. Mientras la mayoría de la gente permite que el mundo material llene sus corazones, el musulmán debe mantener a Dios en su corazón y al mundo material en sus manos. En lugar de sentirse apegado a su automóvil, a su trabajo, a un diploma o una cuenta bancaria, el musulmán debe considerar todas estas cosas como simples herramientas para hacer algo que nos convierta en mejores personas.

“Ese día, de nada servirá la riqueza ni los hijos, y sólo estará a salvo quien enfrente a Dios con un corazón sano”. (Corán 26:88-89)

 Principios de la moralidad en el Islam

Dios resumió la rectitud en el verso 177 del capítulo Al Baqarah:

“La piedad no consiste en orientarse hacia el oriente o el occidente, sino que consiste en creer en Allah, el Día del Juicio, los ángeles, el Libro, los Profetas, hacer caridad, a pesar del apego que se tiene por los bienes, a los parientes, huérfanos, pobres, viajeros insolventes, mendigos y cautivos, hacer la oración prescrita, pagar el Zakat, cumplir con los compromisos contraídos, ser paciente en la pobreza, la desgracia y en el momento del enfrentamiento con el enemigo. Ésos son los justos, y ésos son los temerosos de Dios”.

Este verso nos enseña que la rectitud y la piedad están basadas ante todo en una fe sincera. La llave de la virtud y la buena conducta es una fuerte relación con Dios, Quien todo lo ve, en todo tiempo y en todo lugar. Él conoce los secretos de los corazones y las intenciones detrás de las acciones. Por lo tanto, el musulmán debe tener un comportamiento moral en todas las circunstancias; Dios está Consciente de cada ser vivo, cuando nadie más lo está. Si engañamos a alguien, nunca podremos engañarlo a Él. Podemos huir de alguien, pero jamás podremos huir de Él. El estar continuamente consciente del amor de Dios y del Día del Juicio le permite al ser humano tener una conducta moral e intenciones sinceras, con devoción y dedicación:

“Ciertamente, el más honrado ante Dios entre ustedes es el más piadoso”. (Corán, 49:13)

Luego vienen los actos de caridad hacia el prójimo, especialmente dando con amor. Esto, como los actos de culto, las oraciones y el Zakat (caridad obligatoria) dado a los pobres, son parte integral del culto religioso. Una persona recta debe ser confiable.

Finalmente, su fe debe fortalecerse y sobrevivir a las adversidades sin debilitarse. La moralidad debe ser fuerte para vencer la corrupción:

“Dios ama a aquellos que son firmes y determinados”.

La paciencia es a menudo dificultosa, y más noble cuando es contra nuestros propios deseos, caprichos o ira:

“Y apresuraos a alcanzar el perdón de vuestro Señor y un Paraíso tan grande como los cielos y la Tierra, reservado para los piadosos”. (Corán 3:133)

Estos tres actos están entre las cosas más difíciles para la mayoría de la gente, pero son también la llave para alcanzar el perdón y el Paraíso. ¿Acaso no serán los mejores aquellos que son capaces de dar caridad cuando ellos mismos están necesitados, son capaces de controlarse cuando están furiosos, y de perdonar cuando han sido tratados injustamente?

Esta es la regla por la cual las acciones son juzgadas como buenas o malas. Al hacer que el objetivo del musulmán sea complacer a Dios, el Islam establece el más alto estándar de moralidad humano.

La moralidad en el Islam está dirigida a cada aspecto de la vida del musulmán, desde el simple saludo hasta las relaciones internacionales. Es universal y muy amplio en alcance y aplicabilidad. La moralidad prevalece ante los deseos egoístas, la vanidad y los malos hábitos. Los musulmanes no solamente deben ser virtuosos, sino que deben encomendar la virtud a otros. No sólo deben abstenerse de la maldad y el vicio, sino también impedirlos y prohibirlos. En otras palabras, no sólo deben ser moralmente saludables, sino que también deben contribuir activamente a la salud moral de la sociedad en su conjunto.

“Sois la mejor nación que haya surgido de la humanidad: Ordenáis el bien, prohibís el mal y creéis en Allah. Si la Gente del Libro creyera, sería mejor para ellos; algunos son creyentes pero la mayoría desviados”. (Corán 3:110)

El Profeta Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) resumió la conducta del musulmán cuando dijo:

“Mi Sustentador me ha dado nueve premisas: permanecer consciente de Él, ya sea en privado o en público; hablar con justicia, ya sea a gusto o a disgusto; mostrar moderación tanto en la riqueza como en la pobreza; restablecer la amistad con aquellos que se apartan de mí; darle a quien me rechaza; que mi silencio esté ocupado por el pensamiento; que mi mirada sea una inhibición de la mala conducta, y que ordene lo que es bueno y correcto”.